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LA HEMEROTECA

En los dos estantes de la hemeroteca, se encuentran algunas secuencias bien de carácter “erótico y/o político”, o sea de carácter “científico”. Todas ellas remiten, por un lado, al oficio flaubertiano del protagonista que se dedica a leer, recortar y sobre todo a copiar textos propios o ajenos antes de incorporarlos en la novela a través de unos complejos procesos de estilización, traducción, ampliación, etc.


Más aún, este material viene a dar consistencia a la dedicatoria inaugural en la que “el autor agradece a los corresponsales anónimos de Libération su participación involuntaria en la obra” y “a su presunto homónimo, el remoto e invisible escritor ‘Juan Goytisolo’, la reproducción de sus dudosas fantasías científicas aparecidas en el diario El País”.


El héroe lector y escritor de anuncios eróticos (“El modelo de Rodin”, “De nuevo en los papeles” y “Última pirueta dialéctica”) complementa así la del mirón de la obra fotográfica y epistolar de Lewis Carroll, aunque no se reduce a ella. De hecho, el héroe se adueña también del horóscopo real de Krista Leuck (“No estamos de acuerdo”).


Las elucubraciones del científico, en cambio, se relacionan ante todo con la del “copista de sí mismo”, ya que ocho capítulos de la novela no son sino desintegración –sin apenas reescritura– de dos “Tribunas” de El País publicadas con anterioridad por Juan Goytisolo. No existen borradores de la primera de ella (“Apuntes de historia contemporánea”, 10.09.1981), que dio pie a tres capítulos, entre ellos el muy reiterativo “Manifiesto Oteka”. La segunda, “Telediario 1984” (15.12.1981), es objeto de un complejo proceso de escritura-reescritura, del que se da cuenta no solo a través de la presentación exhaustiva del material, sino también de dos animaciones (véase “Edición / Telediario 1984”).


En el capítulo “La hemeroteca”, mise en abyme del proceso de reescritura de los discursos cliché, esa labor artística, verdadero hilo rojo de la novela, se paragona irónicamente con la de un “escultor que, tras intentar a título experimental en sus composiciones una serie de elementos como cuerdas, retales de saco, tornillos, guijarros o fragmentos de madera, llega a la axiomática conclusión de que lo más válido de ella es precisamente el material exterior incorporado”. “Ni más ni menos la evolución profesional de nuestro héroe: en lugar de perder energías escribiendo reportajes o artículos sin ninguna incidencia en el curso de las guerras, gulags, matanzas, terrorismo, represión o hambre programada, se dedica desde hace algún tiempo […] a la tarea de repasar diariamente, de cabo a rabo, una media docena de periódicos en diferentes idiomas, desde editoriales y libres opiniones hasta páginas de sucesos, correo de lectores y anuncios por palabras”.
“Su lectura no es una lectura ordinaria pues, como el censor ducho en las artes de supresión y escamoteo de lo que no debe correr y por consiguiente no corre, nuestro héroe […] subraya con un lápiz rojo cuantas noticias, acaecimientos o mensajes atraen su atención: lo mismo la frase de un ministro o líder sindical que el gárrulo spleen de un cronista de sociedad o la carta de algún lector o lectora cachondos, en estado de elemental verriondez. A continuación –y también como el probo funcionario absorto en su quehacer ejemplar de policía e higiene– revisa atentamente los párrafos subrayados, como para aquilatar su valor y peso específico tocante a la salud física y espiritual de su conciudadanos y, siguiendo la pauta de aquéllos, se afana en recortar los más llamativos o estimulantes con ayuda de unas tijeras. El conjunto seleccionado puede ocupar tanto una frase de dos líneas como una página entera del diario: en un caso como en el otro, será catalogado en razón de su contenido en las carpetas de colores que […] se amontonan en los estantes y muebles de su leonera. Los recortes de prensa se convierten así poco a poco en su propia labor”.


Finalmente, si la novela se abre con unos agradecimientos a los coautores de la misma, se cierra con una recapitulación de los tres tipos de escritos (anuncios eróticos, manifiesto político, fantasías eróticas) que podría redactar el protagonista en “El orden de los factores no altera el producto”.

© Bénédicte Vauthier

 
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